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Relatos Ganadores concurso adulto mayor 6

Conocé los relatos más destacados que se distinguieron durante la realización de los Relatos en Amarillo y Negro.

LA PRIMER MANYA

Nacida en Rivera, en el centro de una familia con muchas carencias, rodeada de mis queridos hermanos. Al tener cuatro años mi amada madre fallece, volviendo mis días mucho más difíciles. Mi padre, quien queda a cargo de nosotros, entra en una gran depresión y no puede ocupar al cien por ciento su papel como tal.

Hasta mis ocho años estuve con él, hasta que un día él no pudo seguir manteniéndonos y mi hermano mayor decidió, por nuestro bienestar, encontrar hogares de familias con un buen sustento económico. Es así como llegué a mi querida ciudad de Las Piedras, donde una familia me recibió. Allí trabajaba todos los días en tareas de la casa y mandados. Aunque parezca algo difícil y poco llevadero para una niña de ocho años, tuve la suerte de poder llevarlo a cabo y seguir viendo crecer a mis hermanos, lo cual nunca dejaré de agradecer.

En una tarde cualquiera, la familia que me criaba decidió ir de visita a la casa de sus amigos en Pocitos. Estaba muy contenta porque no solo iría a otra ciudad sino que también sería a modo de paseo y no de trabajo, algo que no era frecuente. Fue entonces que partimos desde Las Piedras a la calle Massini. Cuando llegué me reencontré con la empleada doméstica de la familia, Clara.

Con Clara siempre teníamos largas charlas sobre Peñarol, los campeonatos, los jugadores, ambas éramos muy fanáticas. Pasábamos horas y horas charlando cada vez que nos veíamos.

Al rato de nuestra llegada, mandaron a Clara a la frutería y ella pidió permiso para llevarme, le pidieron que tuviera cuidado y que no demoráramos mucho.

Partimos hacia la frutería pero ese no era el verdadero plan de Clara, resulta que tenía una sorpresa para darme. Entre vueltas y vueltas por las calles de Pocitos, llegamos a una casa en donde nos recibe una señora, parecía ser muy amiga de Clara. Nos hizo pasar muy amablemente y me llevaron directamente a una habitación de la casa. No entendía lo que estaba pasando, pero confiaba en Clara y en su sonrisa gigante, así que procedí y me enfrente a una puerta. Me insistieron en que abriera y aunque no estaba muy convencida lo hice.

Cuando abrí la puerta vi a un hombre recostado, era el gran Pepe Schiaffino, no lo podía creer, estaba ante el mejor jugador del club y del Uruguay en aquel momento. No me salían las palabras, estaba completamente anonadada, sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. Sin embargo, él sí supo que decir, me dijo "la primera Manya que viene a verme".

Recuerdo que se había lesionado los meniscos; en ese entonces era una operación bastante riesgosa la que debía realizarse, capaz de dejarlo sin jugar. Es más, su intervención quirúrgica fue la primera en realizarse en el país, eso nos mantuvo más preocupados aún. El primer jugador en irse para Europa, era ilógico que ese mago se quedara sin jugar.

Charlamos, reímos, hablamos de nuestra pasión por Peñarol. Le sorprendía que supiera tanto para la edad que tenía. Fue una tarde inolvidable para mí, nunca imaginé que eso pasaría.

Pasaron las horas y sin darnos cuenta nos retrasamos con Clara, era un compromiso enorme para ella llegar tarde a la casa, al igual que para mí, ya que si quería salir de paseo además de trabajar, debía comportarme. Teníamos que irnos, aunque ninguna de las dos quería. Saludamos a Pepe y a su madre y les agradecimos por todo. Abrimos la puerta de la casa para retirarnos y al salir de la casa, apenas cruzando la puerta, vemos a lo lejos a un camión gigante.

El camión se estaba acercando, se escuchaban gritos como si hubieran personas dentro. Frena cerca de nosotras en la vereda de la casa. Con Clara nos detuvimos para entender qué estaba pasando. Las voces se hicieron conocidas, las personas que descendieron también. En pocos segundos se convirtió en la sorpresa más grande de todas.

Quienes bajaron a unos metros nada más, eran los jugadores de todo el plantel de Peñarol que venían a ver a su amigo y compañero. Estaban llenos de alegría, contagiaban a todo el que los viera. Su amigo había tenido una exitosa operación, el plantel seguía unido y de pie. Al igual que ellos, no me cabía tanta felicidad en el pecho, alenté con ellos, canté canciones, y salté como nunca. La verdad es que no estaba entendiendo cómo en cuestión de minutos pasó todo lo que había anhelado desde que tenía uso de razón.

Luego de unos minutos de canciones y alboroto, la madre los hizo pasar, Pepe no podía levantarse pero lo intentaba solo para verlos por la ventana. Nos invitaron a volver a pasar, Clara decidió ser responsable e irnos para la casa de su patrona.

Hasta el día de hoy me cuestiono porqué no nos quedamos un rato más, ya que al llegar tarde no fue nada bueno para ninguna de las dos.

Pasé meses sin volver a pasear y sin ver a Clara. Nada me importaba, había vivido algo único, algo que nunca se me cruzaría por la cabeza que pasaría.

Hoy con 86 años recuerdo cada detalle, cada momento. Agradezco a Peñarol por alegrarme mis días más tristes, por acompañarme a lo largo de mi vida con tantas alegrías, y no hablo solamente de resultados. Agradezco la humildad de aquellos jugadores que sin saberlo marcaron para siempre la vida de aquella pequeña llena de ilusiones, pero sobre todo agradezco a la vida por tener la oportunidad de vivir para contarlo.

Amalis
(Amalia Sosa Mattos)

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