La FIFA le realizó un recnocimiento a Juan A. Schiaffino

La FIFA le realizó un reconocimiento a Juan Alberto Schiaffino, multicampeón con el Milan, Peñarol y la Selección Uruguaya entre las décadas del 40 y el 50. Según el artículo publicado en la web del organismo rector del fútbol mundial, "hay muchos que lo incluyen entre los diez mejores futbolistas de la historia".

La Federación Internacional del Fútbol Asociado publicó en su página web (FIFA.COM) una jugosa nota recordando a la histórica e imborrable figura de Juan Alberto Schiaffino.

El "Pepe", reconocido incluso en Europa como uno de los mejores jugadores de todos los tiempos supo brillar con las casacas del Milan, Peñarol (con quién se coronó campeón en 1949, 1951, 1953 y 1954) y la Selección Uruguaya, con la cual llegó a coronarse como Campeón del Mundo en 1950.

La FIFA le dedicó un informe en su web oficial a éste magnífico jugador. La misma dice lo siguiente:

Pepe, Dios y Diablo


En Uruguay, donde el balompié ha resurgido con la fuerza de un gigante, el nombre de Juan Schiaffino representa una institución en sí mismo. No hay esquina o bar en todo el país donde Pepe, como lo llamaban en su época, no sea reverenciado a la hora de hablar de fútbol. Sin embargo, al norte de la nación charrúa, pasando la frontera, el simple recuerdo de aquel talentoso futbolista en la década del 50 despierta escalofríos al por mayor. Más precisamente en Brasil, donde el Dios del fútbol -apodo recibido en Italia-, es recordado aún como uno de los demonios del eterno e inolvidable Maracanazo.


Hijo de padre italiano y madre paraguaya, Juan Alberto Schiaffino Villano difícilmente imaginara que su segundo apellido sería tomado al pie de la letra por todo Brasil cuando, con su remate preciso, estampó el 1-1 que comenzó a definir el partido decisivo de la Copa Mundial de la FIFA 1950.

"Se hizo un gran silencio. En aquel instante, tengo la certeza de que todos los brasileños sintieron miedo de perder", manifestaba el guardameta Roque Máspoli. Minutos más tarde se cumpliría su premonición: tras el gol de Pepe, llegó el de Alcides Ghiggia y Uruguay festejó el inesperado título ante una multitud atónita que apenas logró reaccionar para secarse las lágrimas de los ojos.

"Dios no quiso que nos gane Brasil. Esa selección nos metía tres y cuatro goles en los partidos amistosos", admitiría Schiaffino años antes de su muerte sobre una final tan recordada como injusta: la indudable calidad técnica de ese equipo liderado desde el talento de Pepe, ha sido eclipsada por la leyenda de la garra charrúa que supo encarnar Obdulio Varela. "Yo corro, pero vos dámela al pie como te la doy yo", le dijo el artillero al capitán ante un reclamo por su supuesta falta de compromiso con un partido, recuerdan quienes lo vieron jugar aquel año que lo coronó como el mejor jugador del certamen.

Pepe participó en nueve encuentros de la Copa Mundial de la FIFA y anotó 5 tantos entre 1950 y 1954, aunque ninguno alcanzó la repercusión del que le marcara a Barbosa en el Maracaná. Años más tarde llegó a vestir la camiseta de la selección italiana, con la que participó de dos partidos correspondientes a la eliminatoria para Suecia 1958.

Guiado por el destino

Nacido el 28 de julio de 1925, Schiaffino llegó a trabajar en una panadería y una fábrica de aluminio, antes de recibir un llamado para probar suerte en Peñarol. "Yo no tenía profesión. Trabajaba acá y allá. Pero no tuve suerte, el destino era ese", explicó Pepe en distintas entrevistas. Y vaya si tenía razón: el destino, y su indudable calidad, lo llevaron a convertirse en ídolo carbonero antes de protagonizar un pase récord para la época al AC Milan.

Sus goles y pases milimétricos eran tan grandes como su humildad. Sólo así pueden explicarse sus argumentos para entender semejante carrera: "Tuve la suerte de jugar en equipos grandes, donde se hacen más fáciles las cosas. En mi época se jugaba más lento, no se marcaba tanto. Hoy hay tanta lucha y preparación física que no se permite desarrollar el fútbol que uno quisiera ver".

Cesare Maldini, compañero suyo en la entidad rossonera, fue un poco menos cauto y lo definió como un jugador que "tenía un radar en lugar de cerebro". Allí terminó de escribir su historia con tres títulos y una nueva transferencia, esta vez al AS Roma. Ya retirado, luego de convertirse en una verdadera leyenda en Italia, volvió a Uruguay a vivir el resto de su vida.

Atrás había quedado su apodo de Dios y la polémica en la región sobre quién ocupaba el trono al mejor jugador del planeta: él o Alfredo Di Stéfano. Su gol ante Brasil en elMaracanazo, y la certeza de muchos que lo incluyen entre los diez mejores futbolistas de la historia, ya habían dejado su huella.

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